Como es sabido, la obra de Ricardo Migliorisi tiene un fuerte sentido escénico, No sólo sus espacios son teatrales ni solamente son sus tiempos peripecias de farándula: el diseño de sus personajes y el secreto de las máscaras, el brillo de las candilejas y el discurrir de los actos mantienen siempre clima de representación y recuerdo de espectáculo. Si tuviéramos que hablar de géneros, obviamente, hablaríamos de farsa.
Pero el libreto ambiguo que mueve la trama (y los antojos locos de los personajes), el discurso roto de los parlamentos mudos (y el dislate de los desenlaces), hacen del montaje un lugar equívoco cruzado por dramas repentinos a punto de consumarse, por mutis de tragedia o lances de ópera, por soliloquios de entremés, vaudeville o de zarzuela. Después, la escena se olvida de sí misma y se convierte en paisaje. En lugar de retablo, en nostalgia de circo o de cine antiguo. Y, después, el telón se abre del otro lado y la escena es solo el reflejo callado de los palcos. O es un acto real que sucede en otro lado. O es apenas el ensayo de una comedia que jamás será montada.Según es reconocido, la obra de Ricardo Migliorisi es básicamente pictórica.
Su manejo de los colores y los tonos, de los contrastes, de las texturas, de las transparencias y veladuras, hacen de sus imágenes construcciones plásticas odeladas por el pincel y la impresión (pastosa, jugosa) de mil relieves extraños. Podríamos afirmar también que los contenidos de su figuración son lúdicos y mordaces (ya sabemos de su irreverencia, conocemos sus delirios). Que su iconografía se nutre de los mass-media y el kitsch, de la mitología y la infancia. Los temas de este repertorio híbrido se combinan y se mezclan en el fondo de una matriz revuelta que tiene muchos accesos y no pocas cifras oscuras.
A menudo Migliorisi tiene la necesidad, o la ocurrencia, de trabajar su pasión teatral, sus formas pictóricas y sus contenidos intrincados en algún lugar abierto a un costado de sus pinturas. Entonces diseña vestuarios, monta escenas "reales", confecciona fuentes de barro y produce objetos diversos. Alguna vez se ha metido directamente en la escena y representado papeles que no son demasiado diferentes a los de sus actores-personajes. En esta muestra trabaja con moldes de hojalata preparados para la confeccionan de tortas. Los recipientes tienen formas ovaladas o semiesfericas; perfiles de corazones, de peces y de estrellas; tienen la silueta del Ratón Mickey o la figura de una campana. Esos moldes se convierten en pequeñas cajas herméticas que sellan para siempre un espacio plástico, una escena teatral: el sitio de un acontecer re-presentado.
Allí se mezclan los tiempos del drama y la revista, las dimensiones de la pintura y el objeto, las señas de lo real y lo soñado. Allí se produce la alquimia oscura del sentido condensado: apretados, entre sí, entreverados en la escena menuda del nicho improvisado, las asociaciones distintas que despiertan las figurillas de yeso, los fa los de madera, los bosques de plumas, las piedras y caracolas dorada, las perlas de vidrio y los relámpagos pintados entrecruzan sus sentidos y canjean entre sí sus direcciones produciendo en el recinto clausurado y expuesto de las cajas cortocircuitos intensos, estallidos breves, incendios menudos.
Atrapado por la dimensión inmóvil de la plástica, el tiempo del teatro se convierte en puros colores de libretos mezclados, en mera extensión de tablado, en recuerdo de brillos impostados. Sacudidos por el discurrir del melodrama, el ritmo histriónico o el vaivén de la farsa, los tonos y las texturas, los diseños y los trazos se agitan y se despiertan, recorren el escenario y se instalan en un tiempo de recuerdos alterados. En la sucesión de la memoria sonámibula, del libreto ebrio que mencionaba Nietszche, quizá.
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