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¿ORO BLANCO O NUEVA FORMA DE ESCLAVITUD?
En un país como el Paraguay, con tantas preguntas que quedan sin respuestas, el periodismo de investigación no solamente es una necesidad sino que también marca cauces de acción social, política y económica.
Por eso, deseo comenzar felicitando al periodista Esteban Areco por su trayectoria de investigación y por esta última obra que ahora nos presenta. y con él, también deseo felicitar a quienes han hecho posible, con sus aportes y confianza, este trabajo.


Francisco de Paula Oliva

Realmente el Paraguay, una tierra fructífera y extensa para sólo cinco millones y medio de habitantes, de-bería ser un paraíso. Es rico en naturaleza de árboles, de flora y animales; de tierras y de acuíferos. y; sobre todo, muestra un mestizaje con lo mejor de las razas que lo integran. Paraguay debería ser sinónimo de esa Tierra sin Mal tan ansiada por nuestros antepasados indígenas. Sin embargo -y no por ninguna fatalidad histó-rica sino por intereses foráneos y por egoísmo de algunos de sus hijos- este paraíso se ha convertido en un in-fierno.
Un caso concreto de todo esto lo demuestra el periodista Esteban Areco en el libro Ladrones y señores. El "oro blanco" del algodón, que debiera enriquecer a miles de familias campesinas, ha llegado a ser de hecho -y en , palabras de monseñor Fernando Lugo, obispo de San Pedro- "una nueva forma de esclavitud" de la gente más desprotegida y sencilla.
Leyendo su escrito me invade la compleja sensación de que estoy ante actos inconexos de irracionalidad y, al mismo tiempo, ante un plan bien trazado de explotación del hombre por el hombre, al más viejo estilo del comienzo del capitalismo.
Es absurdo que al campesino se le regalen semillas de bajo poder germinativo. Corrupción de empresarios y funcionarios públicos sin escrúpulos que sobrefacturan para su lucro propio semillas de baja calidad. Es in-comprensible que por apatía y vagancia el Ministerio de Agricultura esté lleno de técnicos sentados en sus despachos de Asunción, en vez de que salgan al campo para acompañar la siembra algodonera de los campe-sinos.
Es injusto que el campesino tenga que hipotecar su cosecha a los caprichos del acopiador, que le ha ido fiando la comida para sobrevivir o los insumos
para combatir las plagas. Es un robo que los propietarios de desmotadoras sobrefacturen sus gastos y cas-tiguen al agricultor eludiendo pagar por la materia prima un precio que podría ser mayor.
Es otro robo que las desmotadoras compren algodón en rama, según ellas de segunda calidad, y que luego a la hora de vender la fibra obtenida de ese mismo algodón resulte ser de primera calidad.
Es un engaño que no existan listas concretas y bien documentadas de los campesinos que cultivan el algo-dón, a fin de que los créditos que el Gobierno brinda por medio de las desmotadoras lleguen a las manos de quienes los necesitan y no se vayan quedando por el camino.
y es otro engaño que cada año el Gobierno, antes de la campaña algodonera, haga promesas que luego no va a cumplir, como se ha confirmado en las últi- . mas campañas.
He citado solamente algunos aspectos deplorables que convierten al "oro blanco" en una nueva forma de esclavitud, y al hacerlo me sigue invadiendo la compleja sensación de encontrarme ante actos inconexos de irracionalidad, llenos de corrupción, o ante un plan bien trazado de explotación, en el que solamente importa lograr el mayor lucro, aun a costa de matar un día a "la gallina de los huevos de oro".
A medida que profundizo mis reflexiones, día a día, me estoy convenciendo más y más de esto último. Por eso lo acertado del título del trabajo de Esteban Areco: Ladrones y Señores. O sea, personas que se presentan como grandes empresarios, dignos de todo respeto en el mejor sentido de la palabra, cuando que en realidad lucran sin escrúpulos, arrebatando con su accionar 50, 60 ó 100 millones de dólares al año a los pobres pro-ductores campesinos, y conste que he estudiado las vacilaciones del precio internacional del algodón, y he visto que estas variaciones influyen en una mayor o menor ganancia, pero que nunca harían perder todo al campesino. Es el perverso sistema impuesto desde las desmotadoras el que ha arruinado al campesino sem-brador del algodón. Es particularmente interesante el penúltimo capítulo del libro que estamos prologando. Se titula La crisis del algodón tiene solución.
El mejor resumen de ello hace el economista Pablo Herken: "En nuestra opinión, y perfectamente funda-mentados en rigurosos estudios nacionales e internacionales, y con conocimiento pleno sobre la experiencia y realidad paraguayas, estamos totalmente convencidos que sobre la base del mejoramiento de los ingresos del pequeño agricultor algodonero, podemos y debemos afrontar la crisis algodonera".Y después se explican los objetivos básicos del Plan Algodonero Rentable y Sustentable, y las leyes, medidas y acciones para ponerlos en la práctica. Un capítulo que, como decía al comienzo, convierte a este libro en un cauce de acción social, política y económica.
Y termino con las últimas palabras del autor, a quien vuelvo a felicitar por su trabajo."Es la hora de poner-se la camiseta de los pequeños productores del algodón". O sea, es la hora de que todos los paraguayos y pa-raguayas nos convenzamos de que la crisis del algodón nos empobrece a todos y que su solución daría un res-piro a una economía como la nuestra que encuentra en el "oro blanco" una de sus principales fuentes de divi-sas.

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