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CARTAS SOBRE EL APOSTOLADO SOCIAL.
Presentamos el documento que el P. Kolvembach envió como carta a todos los jesuitas sobre nuestro modo de entender y vivir el apostolado social hace ahora poco más deun año. El documento refleja con realismo los desconciertos y las búsquedas de los
últimos tiempos. También es una propuesta para seguir avanzando. Aunque dirigido a los jesuitas, nos parece de interés compartirlo con todas las personas que suman su esfuerzo en la construcción de un mundo más justo.
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R. P. Peter Hans Kolvenbach Superior General de la Compañía de Jesús

1. A sólo unas semanas de la apertura de la Puerta Santa, quisiera recordar que el Gran Jubileo del Año 2000, como todo jubileo, es un llamamiento por parte de nuestro Creador y Salvador a restablecer la armonía perdida y promover la justicia social. El toque de trompeta (el yóbel) que resonaba para abrir el año santo', cuestionaba todas las injusticias y daba esperanza a los pobres. Cuando Jesús comienza a predicar la Buena Nueva, su unción y su misión son para anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor'. El Papa Juan Pablo II ha reactivado ahora la secular finalidad del jubileo para restablecer la justicia social. La doctrina social de la Iglesia, que ha tenido siempre un lugar en la enseñanza eclesial y se ha desarrollado particularmente en el último siglo, sobre todo a partir de la Encíclica Re ?rum Novarum, encuentra una de sus raíces en la tradición del año jubilar'.

El camino recorrido
2. Dios Nuestro Padre hace también un nuevo llamamiento a la Compañía de Jesús para que se convierta a esta dimensión social de la fe. Desde sus mismos orígenes la opción preferencial por los pobres, en diversas formas según tiempos y lugares, ha marcado toda la historia de la Compañía. Con su vigorosa Instrucción de hace cincuenta años el padre Juan Bautista Janssens orientó el apostolado social de la Compañía a proporcionar a la mayor parte de los hombres y, si cabe en lo humano, a todos, cierta abundancia o al menos holgura de bienes temporales y espirituales, aun de orden natural, imprescindible para que el hombre no se sienta oprimido, o postergado'.
El padre Pedro Arrupe recogió apasionadamente esta orientación apostólica y la basó sólidamente en la relación, absolutamente evangélica, entre justicia social según la definió su predecesor y el nuevo mandamiento del amor (tan nuevo que necesitó un nuevo nombre, agapé). Las Congregaciones Generales recomiendan siempre esta justicia social integrada con el gran mandamiento del amor. Tenemos que realizarla justicia social a la luz de la justicia evangélica que es sin duda como un sacramento del amor y de la misericordia convierta a esta dimensión social de Dios'.
También el Papa Juan Pablo II se ha preguntado si la justicia bastaba de por sí y ha dado esta respuesta: La experiencia del pasado y de nuestros tiempos demuestra que la justicia por sí sola no es suficiente y que, más aún, puede conducir a la negación y el aniquilamiento de sí misma, si no se le permite a esa forma más profunda que es el amor plasmar la vida humana en sus diversas dimensiones'. El padre Arrupe y las Congregaciones Generales recientes se han hecho eco de la preocupación del Papa y reconocen por una parte que se puede abusar de la caridad si se la convierte en un subterfugio de la injusticia pero que, por otra, no se puede hacer justicia sin amor. Ni siquiera se puede prescindir del amor cuando se resiste a la injusticia, puesto que la universalidad del amor es por deseo de Cristo un mandato sin excepciones'.
3. Resumiendo autoritativamente lo logrado por las cuatro últimas Congregaciones Generales, las Normas Complementarias afirman: la misión actual de la Compañía es el servicio de la fe y la promoción, en la sociedad, de la justicia evangélica que es sin duda como un sacramento del amor y misericordia de Dios... Esta misión es una realidad unitaria pero compleja y se desarrolla de diversas maneras' en los variadísimos campos, ministerios y actividades en que se ocupan los miembros de la Compañía en todo el ancho mundo. A pesar de serias dificultades y de nuestros muchos fracasos, miramos atrás con gratitud al Señor por los dones recibidos en este itinerario de fe al comprometernos en la promoción de la justicia como parte integrante de nuestra misión La evolución de la Compañía hizo posible la aprobación unánime por parte de la Congregación General 34 del decreto Nuestra Misión y la justicia. La inmensa mayoría de los jesuitas ha integrado la dimensión social en nuestra identidad como compañeros de Jesús y en la conciencia de nuestra misión en la enseñanza, la formación y las comunicaciones sociales, la pastoral y los ejercicios. En muchos sitios la preocupación por la justicia es ya parte esencial de nuestra imagen pública en la Iglesia y en la sociedad gracias a aquellos ministerios nuestros que están caracterizados por el amor a los pobres y marginados, la defensa de los derechos humanos y la ecología, y la promoción de la no violencia y la reconciliación.

 

La misión actual de la
Compañía es el servicio de
la fe y la promoción, en la
sociedad, de la justicia
evangélica que es sin duda
como un sacramento del
amor y misericordia de
Dios... Esta misión es una
realidad unitaria pero
compleja y se desarrolla de
diversas maneras
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