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...Las finanzas públicas en aprietos

Las cifras alcanzan índices inéditos; se gasta más, se recauda menos. El Estado está en bancarrota. Es hora de romper el círculo vicioso y agarrar el toro por las astas: eliminar los gastos superfluos en serio y pagar los impuestos para privilegiar los gastos sociales e infraestructura, y contener el déficit fiscal y el endeudamiento. 

Dionisio Borda


Espacio Internacional

El efecto dominó de eventos adversos que afectan a la economía en los últimos años ha traspasado los umbrales del propio Ministerio de Hacienda. El Gobierno anunció recientemente que, de seguir las tendencias actuales de recaudación y gastos, no estaría en condiciones de pagar los sueldos de los funcionarios públicos del mes de diciembre. Esta noticia ha provocado diferentes reacciones: susto en algunos, indiferencia en otros y búsqueda de respuestas entre la gente más cercana a la debilitada y conflictiva conducción económica. ¿Cómo se explica esta estrechez financiera a tan solo un año de los US$ 400.000.000 (cuatrocientos millones de dólares) del préstamo de Taiwán? ¿Por qué el Gobierno, los organismos multilaterales y las empresas están preocupadas por el debilitamiento de las finanzas públicas?

Indicadores fiscales

Que el país gasta más de lo que recauda no es una novedad del año 2000. El déficit fiscal, fenómeno extraño en la historia económica reciente del Paraguay, ha emergido, sin embargo, a partir del año 1995. Desde entonces, su tendencia apunta al crecimiento. Por lo general, un nivel razonable de déficit es del –1.5 % del valor de PIB. El año pasado, la economía doméstica cerró con un saldo negativo de 3% del PIB, y este año puede pasar, inclusive, los 4%. Esta tendencia expansiva del déficit se origina en el aumento sostenido del gasto y en la escasa capacidad del Estado de recaudar los tributos de los ciudadanos. La razón contable es muy simple: el aumento del gasto es mayor que el incremento impositivo.
¿Por qué crecen los gastos? En 1990, el total de gastos de la administración central con respecto al PIB, era tan solo del 9,4%. En 1998 alcanzó ya el 17,2%; en 1999 dicha relación disparó a 20% y no se descarta que en el año 2000, pueda llegar a 25,4%. No se puede soslayar que en la transición se ha hecho un esfuerzo por actualizar los sueldos rezagados de las áreas sociales: salud y educación y de expandir más dicho servicio; pero, tampoco se puede ocultar que la lucha por el poder ínter e intra partidos políticos y la situación recesiva del país, han generado una fuerte presión sobre el estado a fin de acomodar en su interior a nuevos empleados públicos. Nótese que en 1989, existían en la Administración Central 118.851 cargos y en los Entes Descentralizados, 33.956, con un total en ambos niveles de 152.807 cargos. Después de 12 años, la Administración Central llega a 157.660 cargos en el año 2000 (33% de crecimiento). Ambos subsectores han experimentado una expansión de un 31%, en un contexto de crecimiento del PIB per capita de –0,2%.
¿Por qué, en contraste, no crecen los ingresos? En 1990, el ingreso con respecto al PIB llegaba a 12,4%. En 1998 y 1999 las recaudaciones no pasaron del 16%. Sería una ingenuidad pensar que en el año 2000, sin cambios fundamentales, pueda alcanzar 25,4%. Esta tendencia de poca recaudación obedece a varias causas. 
La primera es por la recesión económica; cuando cae la actividad de la economía, la recaudación también disminuye. 
La segunda es porque existen demasiadas exenciones, que reducen la base impositiva en todos los frentes. Basta mencionar el impuesto al valor agregado; el IVA, el más bajo del MERCOSUR, es del 10% sobre los bienes y servicios finales; sin embargo, la recaudación promedia no pasa del 4,5% del PIB. 
La tercera es porque existen demasiada evasión y corrupción, alimentada por el sector privado y público, y favorecida por el costo cero de la impunidad. 
La cuarta razón es porque el país paga, obviamente, poco impuesto (10% del PIB, la más baja de la región); y los ricos, en términos relativos, contribuyen muy poco con el fisco. No existe impuesto a la renta personal (con el Uruguay, Paraguay son los únicos que no pagan este tipo de impuesto); se paga una tasa insignificante por la posesión de las tierras rurales y se cometen muchas trampas con el pago al estado del impuesto a la renta de la empresa.
En consecuencia, si la recaudación no acompaña el crecimiento del gasto, se genera el déficit, que se debe pagar de alguna forma. Y en ese sentido, preocupa el nivel de endeudamiento del país. La deuda externa del Paraguay en 1990, estuvo en el orden de US$ 1.669 millones. En 1998, dicha deuda se mantuvo en US$ 1.599 millones; sin embargo, en 1999, la deuda saltó a US$ 2.108 millones. En otras palabras el coeficiente de la deuda (deuda externa sobre el PIB) de 30% puede concluir este año, inclusive, en un 40%. En definitiva, lo único que crece en el país es el déficit fiscal y el endeudamiento público.

Mas allá del círculo vicioso

Esta alarma roja ha pasado inadvertida en los partidos políticos. El único tema que les ocupa es la reforma del estado, léase privatizaciones. El propio FMI sostiene que más allá de la privatización de las empresas públicas, el verdadero problema hoy es la administración pública, particularmente, el déficit fiscal y el endeudamiento y su tendencia expansiva, que puede terminar en una explosión inflacionaria.
El ministro de Hacienda —en la actualidad ya sustituido— había presentado un plan de emergencia consistente en corte drástico de los gastos —eliminación de los consejos y directorios de entes, excepto BCP e IPS; flexibilización laboral del sector público para apurar la jubilación y el retiro voluntario y congelación de nuevos contratos— y, al mismo tiempo, aumento de las recaudaciones —mediante eliminación de las exenciones de pago de IVA, cobro real del impuesto sobre la tierra, inclusive el cobro del impuesto a la renta personal y solución al sistema de pensiones y jubilaciones del sector público y privado, amén de la mejora de la administración tributaria.
A partir de esta iniciativa de Hacienda, se entabló una guerra de baja intensidad entre los dirigentes empresariales y el ministro Zayas. Es comprensible que no se quiera pagar impuesto, y sobre todo en tiempo de vacas flacas. Pero no se debe olvidar que el círculo vicioso de baja cobertura y malos servicios públicos y el bajo nivel de pago de impuestos, no es nuevo y va mano a mano con el otro círculo vicioso: evasión-corrupción. No es extraño pues que el país tenga la presión tributaria más baja de la región (10% del PIB) y el índice de gasto social más rezagado (8% versus 18% de la región), siendo el país con menores índices de cobertura en salud y educación. Es hora de romper el círculo vicioso y agarrar el toro por las astas: eliminar los gastos superfluos en serio y pagar los impuestos para privilegiar los gastos sociales e infraestructura, y contener el déficit fiscal y el endeudamiento. Esto se debe hacer con reformas en serio y no con parches.
 

Que el país gasta más de lo que recauda no es una novedad del año 2000. El déficit fiscal, fenómeno extraño en la historia económica reciente del Paraguay, ha emergido, sin embargo, a partir del año 1995.

En 1989, existían en la Administración Central 118.851 cargos y en los Entes Descentralizados, 33.956, con un total en ambos niveles de 152.807 cargos. Después de 12 años, la Administración Central llega a 157.660 cargos en el año 2000 (33% de crecimiento).

No es extraño pues que el país tenga la presión tributaria más baja de la región (10% del PIB) y el índice de gasto social más rezagado (8% versus 18% de la región), siendo el país con menores índices de cobertura en salud y educación. 
 

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