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...Proyectos y Partidos
¿Dos lineas paralelas?

Los partidos políticos paraguayos se han ido alejando peligrosamente de las necesidades de la gente y hasta este momento han dejado de lado la discusión para elaborar un proyecto de país que nos conduzca a un futuro distinto. ¿Serán capaces los partidos de plantearse un proceso de cambio sustancial, frente a la actual nueva realidad social mucho más exigente, o seguirán abandonados a la inercia que los conduce a constituirse en instituciones vacías de contenido y a un colapso por incapacidad?.

José Nicolás Morínigo
 

   
Los partidos políticos paraguayos, en la actualidad, oscilan entre esta permanente contradicción: son instituciones que sirven para concretar los proyectos particulares de sus élites de dirección, pero son sumamente débiles para presentar y ejecutar un proyecto para el país. Es decir, han dejado de lado una función fundamental de las organizaciones políticas, que consiste en “articular, comunicar y ejecutar las exigencias de los gobernados” (Sartori, 1.980) o en otros términos, se han ido alejando peligrosamente de las necesidades de la gente. 

El porqué del alejamiento

Las causas fundamentales, planteadas como hipótesis, del porqué de tal alejamiento pueden ser sintetizadas en dos factores: a) una agenda electoral extremadamente cargada, que en el marco de partidos tan grandes como el Colorado y Liberal Radical, hacen que las elecciones nacionales se dupliquen y b) en la centralidad del tema electoral que convierte a los medios de comunicación de masas en megáfonos de las contiendas electorales, con todo lo que eso implica.
Considerando el cronograma dedicado a la actividad electoral en los últimos 10 años, podemos concluir que se han utilizado en los últimos 10 años, 56 meses, es decir 4,6 años, exclusivamente en campañas electorales, para elegir a los candidatos de los partidos y movimientos independientes y luego a las autoridades correspondientes en elecciones oficiales.(Tres elecciones presidenciales, Dos elecciones municipales y Una elección para la Convención Nacional Constituyente). A esto debe agregarse las situaciones de crisis derivadas de las elecciones internas de los partidos, cuyos resultados son generalmente discutidos en juicios que tienen un profundo sentido centralizador (se convierte en el centro de la información) y crean un clima de tensión que obstaculizan el normal desenvolvimiento, no solo de las  instituciones públicas, sino también de la sociedad en su conjunto.

Podemos concluir que en los últimos 10 años se han utilizado 56 meses, es decir 4,6 años, exclusivamente en campañas electorales.

Las instituciones públicas, se convierten en un centro preferencial de conflictos por la fidelidad existente entre los funcionarios hacia sectores políticos internos en competencia electoral.
La misma sociedad siente el efecto centralizador como consecuencia de la influencia que se refleja en los medios de comunicación de masas que prácticamente concentran su atención en las consecuencias de los procesos electorales. Así, la centralidad de lo político no se refiere a la tarea de creación de propuestas para alcanzar metas colectivas compartidas, sino más bien, la realidad obliga a poner en el centro del proceso informativo los conflictos internos que al mismo tiempo se vuelven sumamente complejos con la intervención majestuosamente lenta de la justicia. Como ejemplo, podemos mencionar las consecuencias emergentes de las internas del partido Colorado del 27 de Diciembre de 1.992, que exigió para su solución la realización de tres convenciones partidarias con la finalidad de constituir el Tribunal electoral del partido, que al final otorgó el triunfo de esas elecciones a la dupla Wasmosy-Seifart. Lo mismo puede decirse de las internas coloradas del 7 de setiembre de 1.997 cuando la Junta Electoral del partido Colorado otorgó a la chapa Oviedo-Cubas el triunfo en esa tempestuosa elección. En términos de tiempo los dos procesos electorales significaron nueve meses de discusiones, acciones, conflictos que impidieron de una manera clara orientar la acción política para dar respuestas a los graves problemas económicos y sociales del Paraguay. Tampoco los partidos de oposición estuvieron al margen de los conflictos aunque con un menor efecto.

Sociedad civil débil y emergencia del operador político                    Top

El esquema de funcionamiento de los partidos, tal cual se presenta hasta este momento, tenía una contrapartida, la gran debilidad de la sociedad civil. La ausencia de un consistente tejido social, permitía que los partidos fueran básicamente instancias de negociación para las élites y esas élites se encargaban de cumplir con la práctica de la vinculación con la ciudadanía en general. 
La forma de vinculación en el interior de los partidos entre los ciudadanos y la dirigencia tiende a ser de carácter tradicional enfatizándose en las relaciones entre el líder de facción y sus seguidores casi absolutamente concentrados en la tarea de cómo ganar adeptos para las contiendas electorales. De hecho esta situación ha dado origen a los operadores políticos, una suerte de gerentes en el manejo de votos ciudadanos, ya sea para las internas de los partidos o incluso para las elecciones generales. Los operadores son las bisagras entre el líder y el ciudadano y su éxito radica en mantener viva la llama de la esperanza de un mejoramiento de la situación económica de sus seguidores mediante el acceso al poder del líder. El operador es el encargado de transmitir las necesidades de la gente, en consecuencia, una solución particular no solo tiene un efecto privado, sino al mismo tiempo tiene un carácter multiplicador, en la medida en que los demás esperan confiados en que en algún momento pueda producirse el milagro del empleo, o de la atención médica, o un apoyo para una de las múltiples necesidades del ciudadano común.
El esquema utilizado por los partidos es un producto directo de la vigencia de un sistema clientelista con una larga tradición política en la sociedad paraguaya, que se inicia desde la colonia, pasando por la etapa de formación de los partidos políticos en la década del 80 del siglo pasado en donde se articuló el esquema: caudillo nacional, caudillo intermediario en los diferentes departamentos, caudillo regional y zonal y la masa de correligionarios unidos por la lealtad personal. El partido constituía el alero bajo el cual se cobijaban los caudillos y éstos pasaban a ser los ejes claves que hacían funcionar en el plano de la realidad a los partidos políticos en sus diversas manifestaciones.
El esquema tradicional y la ausencia de una sociedad civil organizada, a lo que debe sumársele después del golpe militar de 1.989 la apretada agenda electoral, volcó a los partidos políticos a una tarea dramáticamente interna con lo cual se está produciendo un peligroso alejamiento entre los partidos y las necesidades de la gente.

La emergencia de la sociedad civil y el futuro

La situación de alejamiento, entre los partidos y la sociedad civil, sin embargo empieza a ser ahora mucho más visible por la sencilla razón que dentro de la sociedad empiezan a emerger con fuerza las más diversas organizaciones de la sociedad, con lo cual nuevos actores sociales irrumpen  fuertemente en el escenario de la acción.
Desde el 15 de marzo del corriente año, las tres marchas, primero la de los campesinos de la Federación Nacional, luego la marcha del poder ciudadano y la marcha de Mcnoc y de la Sitrande, mas allá de las cuestiones anecdóticas, indican de una manera clara la emergencia de una sociedad cuyos sectores populares empiezan a organizarse y a ejercer una acción participativa antes desconocida en la sociedad paraguaya.
De la misma forma en que era clara y visible la organización de los sectores más privilegiados de la sociedad, la Asociación Rural del Paraguay (ARP), la Federación de la Producción, la industria y el comercio (FEPRINCO), ahora también empiezan a exigir un espacio de participación directa, los campesinos, los obreros y la ciudadanía integrada en ese ambiguo pero descriptivo concepto de clase media.
En el caso de los obreros no cabe duda de que la experiencia y la lucha de las Centrales de trabajadores, en especial la CUT y la CNT y de algunos sindicatos durante la dictadura (FETRABAN, Sindicatos del Transporte, etc), fueron decisivas, pero ahora se trata de una nueva forma de participación y negociación directa con el poder político lo que le da un matiz diferencial importante.
Hasta este momento los partidos políticos han reaccionado de una manera muy cautelosa y hasta con cierto recelo frente a esta nueva situación. Al mismo tiempo desde el poder político, es decir, desde la administración central del Estado se ha privilegiado una solución orientada exclusivamente por una visión de corto plazo, en donde los administradores entregan o prometen recursos para sentirse libres de la presión de una demanda social cada vez mas fuerte.
Si la transición, al no alterarse la forma de funcionamiento de los partidos políticos, impulsó a los mismos a fortalecer el juego estrictamente electoral, si ahora no se plantea un proceso de cambio sustancial frente a la nueva realidad social, puede llevar a los partidos a constituirse en instituciones vacías de contenido, con el agravante que estamos frente a una sociedad notoriamente dinámica.

Los escenarios 

El escenario optimista sin embargo permite preveer que en los partidos políticos surjan nuevos líderes capaces de responder a una sociedad civil organizada y en consecuencia mucho más exigente.
Al mismo tiempo, el escenario optimista también implica que la sociedad civil organizada no pretenda sustituir a los partidos políticos, en una suerte de propuesta estamental medioeval o propuesta corporativa que sólo se mantiene unida por medio de liderazgos mesiánicos o estructuras de poder no democráticas.

Lo que hace falta con urgencia es un proyecto político de mediano y largo plazo, dentro del cual sin duda alguna debe contemplarse la demandas urgentes del campesinado y de los sectores populares urbanos acosados por el desempleo y la marginalidad

El escenario pesimista puede presentarse si los líderes de los partidos no son capaces de comprender que llegó la hora de que los partidos asuman la responsabilidad de responder a las necesidades de la gente, en cuyo caso los partidos irán perdiendo vigencia en la sociedad paraguaya, probablemente no con una velocidad tan impactante, pero sí lenta y progresivamente.
El otro escenario pesimista deviene de la incapacidad de quienes manejan el poder político de asumir una concepción moderna del Estado, que desde luego está mucho mas allá de unas rápidas y privatizaciones de empresas públicas. Lo que hace falta con urgencia es un proyecto político de mediano y largo plazo, dentro del cual sin duda alguna debe contemplarse la demandas urgentes del campesinado y de los sectores populares urbanos acosados por el desempleo y la marginalidad.
La respuesta inmediatista, puede ser útil en estos momentos pero no puede constituirse nunca en la base de un proceso ordenado que apunte a mejorar las condiciones de vida y sobre todo las expectativas de un futuro mas promisoria para la sociedad paraguaya.
Si los partidos políticos hasta este momento han dejado a un lado la discusión sobre que hacer para construir un futuro distinto, es decir, no han presentado proyectos políticos capaces de impulsar y vigorizar a la misma sociedad, ahora tendrán probablemente una sociedad mucho más exigente que puede conducirlos a dos alternativas: o a entrar en un colapso por incapacidad o bien a generar un cambio interno capaz de alterar las reglas de juego hasta ahora prevalecientes en la lucha por el poder político, y en consecuencia, trasladar el proceso de elección que ahora descansa por entero en los operadores políticos hacia la discusión y ejecución de proyectos políticos en donde se plantean objetivos, métodos y procesos operativos concretos. 

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