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... Una Historia Inacabada

Mantener viva la memoria de los años de la dictadura es principal clave de ese NUNCA MÁS por el que luchamos y al que aspiramos. Por eso un libro de historia cuyo núcleo fundamental está constituido por esos años, tiene que ser saludado con alegría. 

José Miguel Munarriz.
Somos muchos también los que pensamos que nuestra Iglesia paraguaya, aunque pequeña y pobre como el país en el que se encarna, ha escrito páginas de compromiso con el hombre y de solidaridad con el oprimido que merecen ser mejor conocidas. Por eso también un libro con la historia de esa Iglesia, debe ser recibido con agradecimiento. 
La tesis, defendida en 1998, que lleva por título El desarrollo de la Enseñanza Social de los Obispos del Paraguay (1940-1993) - Un compromiso progresivo con la dignidad de la persona humana (Roma Editrice Pontificia Università Gregoriana, 1998. 304 págs.) es el libro que hoy queremos comentar. Su autora es la Hna. M. Laura Rossi, de la Comunidad Redemptor hominis, de la parroquia de San José en Capitán Bado; una religiosa italiana que apenas lleva 15 años en el país, pero no escatimó ánimo y trabajo para emprender esa investigación que le lleva a  lograr el Doctorado en Ciencias Sociales (con especialización en Doctrina y Ética Social) por la Universidad Gregoriana, de Roma. 
  LA HISTORIA COMO MAESTRA
Para la autora de esta tesis, eso de que “la historia es maestra de la vida” es algo más que una frase hecha. Su comunidad y ella misma, trabajando en la difícil zona de Capitán Bado, quisieron entender lo que sucedía a su alrededor y desde esa inteligencia elaborar un plan pastoral que les permitiera acompañar a las personas que forman la parroquia que les toca atender. Pero esa realidad que querían conocer suponía para ellas un marco teórico muy preciso: “el hombre es el camino de la Iglesia, que ésta debe siempre recorrer”. La frase entrecomillada pertenece a la primera carta encíclica del actual Pontífice, iniciada precisamente con las palabras Redemptor hominis. Iluminadas por este documento y pensando en un plan pastoral para el hombre concreto, lo quisieron enraizar en la historia de nuestra Iglesia, una Iglesia paraguaya que en su tiempo pudo titular con razón una hermosa colección de sus documentos episcopales como Una Iglesia al servicio del hombre
  El desarrollo de la enseñanza social
A mi modo de ver hay en el título del libro algo que nos pudiera llamar a engaño. Tal como suenan las palabras, uno podría esperar encontrarse ante un texto doctrinal., más que con un texto histórico. Ciertamente el libro tiene mucha doctrina y buena doctrina. Pero ésta nunca es ni está expuesta como algo abstracto válidamente universal; el valor de estos documentos proviene del hecho de estar encuadrados en un contexto histórico que los hace estar en favor del “hombre paraguayo concreto”.
También hay que decir algo sobre los años señalados en el título. De hecho, la historia presentada comienza mucho antes del 40; ya en el siglo pasado con la figura y los escritos, especialmente las cartas pastorales, de Monseñor Juan Sinforiano Bogarín. Pero esta figura, tan entrañable, así como también la de Mons. Mena Porta, servirán más bien como contraste de lo que va a ser después. Son representantes de la época de la Restauración, que tuvo su cumbre en el Concilio Plenario latinoamericano, celebrado en Roma en 1899. 
Es una Iglesia que se ve a sí misma como fortaleza asediada por multitud de enemigos (el mundo moderno, los masones, los protestantes, los comunistas...) de los que tiene que defenderse. Era una Iglesia más bien preocupada por la salvación de las almas para la otra vida. Y precisamente por eso mismo resulta tan cordial la preocupación de Mons. Bogarín por los campesinos y todo lo que les concierne. 
Esa Iglesia de la restauración es el punto de partida, que servirá para “medir” la longitud del camino recorrido por esa otra Iglesia que la autora, siguiendo en eso a Secundino Nuñez, verá nacer alrededor del año 1940, cuando empiezan las Asambleas del clero y el afianzamiento de la Acción Católica, y que alcanzará su consolidación definitiva con el Vaticano II, en Medellín y Puebla y mediante los grandes documentos sociales de Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.
  La hipótesis de trabajo
Como es de rigor en una tesis doctoral, el trabajo parte de una hipótesis que la investigación se encargará de demostrar.
La hipótesis es la que aparece como subtítulo de la obra: “Un compromiso progresivo con la dignidad de la persona humana”. Aunque en la portada, aparece de una manera afirmativa, está tratada a lo largo de las páginas del libro como hipótesis a comprobar. Y si aparece como afirmación es porque la autora que, al parecer tuvo sus dudas, finalmente lo considera como probado.
Digo que al parecer M. Laura Rossi tuvo sus dudas. Nuestra autora da mucho peso a la famosa “Carta de los campesinos paraguayos a los Obispos reunidos en Puebla”. Sabemos que hay quien duda de que esa carta fuera escrita por los campesinos de las Ligas Agrarias. Pero parece que no se puede dudar que ese escrito nació en un momento de largo silencio de una Iglesia que antes nos había acostumbrado a su palabra frecuente, clara, valiente e iluminadora. Como también parece cierto que los campesinos cristianos se sintieron en ese momento abandonados por la jerarquía o, al menos, por una parte de ella. 
La Hna. Laura no oculta ni minusvalora ese momento, y trata de entenderlo. Para ella la Iglesia paraguaya se encontró en un tiempo de cansancio y debilidad. Cansancio porque la lucha había sido mucho más larga y dura de lo que se esperaba y la dictadura más fuerte de lo que se suponía. Debilidad, porque expulsiones del país y abandonos del estado clerical de no pocos sacerdotes, la habían dejado con sus fuerzas disminuidas. Presenta también una Iglesia en la que unos corrían quizás demasiado, y otros caminaban con el más cansino de los pasos. Una Iglesia donde la palabra de los pastores no conseguía más que acentuar la persecución contra los más pobres. Pero una Iglesia que, a pesar de eso, a pesar de las dudas y de los problemas, sabrá retomar la antorcha y seguir corriendo “una buena carrera” hasta el final. 
  Los Padres de la Iglesia
En la historia narrada por la Dra. Rossi abundan las referencias a figuras paradigmáticas de ese compromiso progresivo. Leyendo su obra, uno puede verlos como verdaderos “Padres de la Iglesia” en el sentido que este título se aplica a los más antiguos escritores cristianos: hombres que trazaron rumbos y que dejaron huellas que son caminos a seguir. 
Figuras principales del nuevo caminar de la Iglesia, son sin duda Mons. Ramón Bogarín y Mons. Aníbal Maricevich. Para quienes los conocimos y los quisimos, no pueden menos que sentir y escuchar emocionadamente los testimonios de los campesinos sobre ellos. Junto a ellos, aunque un poco en sordina, a la misma altura —a veces cuesta alabar a los vivos— aparece la figura de Mons. Ismael Rolón. Es una lástima que nuestra autora, tan atenta a los símbolos, no llegara a captar en todo su valor el gesto del entonces Obispo de Villarrica, Mons. Felipe Santiago Benítez, al acoger en su catedral a los campesinos expulsados violentamente de sus tierras por fuerzas militares. Este gesto, el 3 de septiembre de 1967, antes de Medellín, fue el primero y el pionero de todos los que vendrían después. 
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