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Un Gran Arquitecto Para Una Gran Obra

Uno de los elementos que podríamos denominar fundamentales de la Masonería es justamente el que se refiere a la obra en si misma que, día a día, en toda nuestra vida activa espiritual vamos construyendo dentro de nosotros y fuera de nosotros, como el ejemplo de los granos de la granada que se dispersan para volver a reproducirse.
Esta obra es en si mismo de carácter espiritual, iniciático y constructivo, y es esa la razón por la cual no siempre se comprende su verdadera naturaleza.
Luego de los tres viajes iniciales que en forma simbólica, nos resumen lo fundamental de las experiencias vivenciales, analizamos, si nos miramos retrospectivamente, que indican los tres tipos de purificación que respectivamente se relacionan con el dominio de nuestros pensamientos, sentimientos y voluntad.
Además de ello, cada uno de los viajes, se halla precedido por un estado preliminar de reflexión o concentración en uno mismo, donde advertimos la primer vislumbre de luz, y allí también nace la decisión de viajar o progresar en las dos direcciones, la primera de reconocimiento, y la segunda de expresión.
Esta experiencia preliminar familiar a todos los Masones, como estancia en el denominado cuarto de reflexiones, es de por si, algo muy significativo, por cuanto, en esa soledad del cuarto, generalmente y conforme dichos de quienes han pasado por esa experiencia, siempre nos hemos preguntado, ¿ que hago aquí adentro ?.
He allí justo la pregunta que hoy en este trabajo responderemos, de una forma tal, que nos quede perfectamente claro, que lo hemos de hacer en la Masonería, es una obra.
Masonería, es sinónimo de construcción.
Pero, solamente puede denominarse como tal, todo aquello que eleva o levanta algo en el dominio intelectual, moral y espiritual, en el mundo de la realización objetiva.
Conforme este principio, todos debemos ser trabajadores insignes, en todo el sentido del término.
Realizamos la obra animados por un impulso o fin ideal, y cuya característica primordial, es el amor a la obra en sí y a la que se le dedica toda su energía y su intelecto, como requiere toda obra maestra.
Es muy importante destacar, que esa actividad ha de ser invariablemente constructiva, pues si no fuese así, podría ser buena obra, pero no sería Masónica.
Siempre se trata de construir, es decir, poner en obra y levantar de acuerdo con un plan determinado, que constituye su fundación, tanto ideal como material.
En este caso, hablamos de la denominada por los Masones piedra bruta, que es la base de toda obra, y sobre la cual, trabajamos en forma constante, en la construcción del templo interior.
La piedra, es el principio básico de toda labor o trabajo Masónico, de la misma manera que el plan e idea, reflejo del Logos, constituye el fundamento espiritual de la obra.
En nuestra Orden, se considera que la piedra es tal vez el fundamento más sólido sobre el que se asienta todo el universo, por su consistencia y peso específico se la eligió, justamente para representar al Ser, de tal manera que fuese sólido el terreno donde se implantase la doctrina, y no tembladerales compuestos por arenas inconsistentes.
De esa manera también, todo aquello que a través del tiempo fuese fijado sobre ese cimiento, sería sólidamente integrado a la obra proyectada.
De esa manera pasaría a ser símbolo natural de todo efecto permanente y duradero y muy en particular del carácter o personalidad humana.
Hay piedras brutas y labradas; así, deben distinguirse en el carácter, que nos muestra el estado tosco e imperfecto del hombre inculto, y de aquel que aún no conoce la Luz, y el hombre cultivado, que sobre todo ha aprendido a disciplinar de una manera constructiva todas sus facultades, inclinaciones y tendencias, lo mismo que su actividad, en armonía con esa Luz Ideal que ha reconocido como principio arquitectónico de su vida y de su ser.
Es esa Luz simbólica y del discernimiento espiritual la que nos revela el estado de imperfección de nuestra piedra o manifestación individual, y nos va indicando la necesidad de superar el estado de desorden profano, que caracteriza, justamente al hombre esclavo de sus pasiones, vicios, errores e inclinaciones inferiores, enseñándonos a desbastar y labrar esa piedra bruta, para que manifieste la perfección latente que se halla inmersa en ella misma.
Ciertas alegorías que nos traen a colación este pensamiento y una de las mas vívidas, es el trabajo del diamante, que en bruto, no es más que un pedazo de carbón y se descubre su belleza y armonía, después de trabajar ese pedazo de piedra, para mostrar su esplendor y belleza.
La piedra bruta que el Masón trabaja es más valiosa que el diamante del caso, es el Ser humano, imagen y semejanza de Dios, y por ende su belleza interior es más grande que la de cualquier otro elemento de la naturaleza, por muy hermoso que sea.
Dos de los elementos principales, para lograr desbastar la piedra bruta, son el martillo y el cincel.
Estas dos herramientas, como bien habéis visto, son las herramientas con las que se trabaja el material bruto, procurando siempre buscar la perfección en una forma permanente, modelando el carácter de acuerdo con el ideal íntimo.
La masa , que ejecuta el movimiento de fuerza que manda la razón, nosotros lo representamos como la fuerza de voluntad, que existe en todos los hombres indistintamente, pero que generalmente, por falta de un equilibrado discernimiento, es confundido con el instinto y la pasión, y bastante veces, se halla pervertido, al punto de convertirse en destructora tanto de las mejores tendencias internas, como de la vida externa.
Efectivamente, la maza utilizada por sí sola y sin la inteligencia necesaria, constituye de la misma forma que la voluntad desenfrenada y desordenada, la más simple y poderosa herramienta de destrucción, mientras que su uso perfectamente disciplinado, lo hace uno de los instrumentos más indispensables en cualquier género de obra.
El Cincel, resulta la herramienta que da la forma ideal concebida y obedece la fuerza de la maza.
De allí la conveniencia de que quién utiliza esa maza , tenga previstas dos situaciones que podrían presentarse al tallar la piedra bruta.
La primera, la forma de aplicar la fuerza sobre el punto de presión que sería sobre el Cincel, y la segunda, la calidad de la piedra que se desea esculpir.
De un cubo enorme de mármol de común podremos obtener una obra de arte como el Pensador de Rodín, o un resto de piedra que solo nos sirva de relleno en una obra caminera.
En ambos casos, han sido utilizados los mismos elementos, y sin embargo, el resultado ha sido muy diferente.
Lo mismo sucede con la voluntad y la inteligencia cuando actúan la una sin el concurso adecuado de la otra; la primera lleva implícitos resultados que se hallan lejos de ser los satisfactorios, cuando no son realmente destructores, mientras la segunda se afana inútilmente en crear los mejores propósitos y en conceptuar y elaborar planes que por no ser llevados a cabo y traducidos en obra, terminan siendo nada más que una simple ilusión.
Por consiguiente, solo por medio de un acuerdo perfecto entre las dos facultades se puede esperar lograr éxito en ese trabajo de desgaste y pulimento de la piedra bruta del carácter individual, de manera que en la misma se revela la forma y perfección inherente de la Vida Elevada interior, que se constituye en destino real y verdadero.
Hay un dicho de Jacinto Benavente que dice que no hay nada peor que la falsa sabiduría.
Ella se forma, a través de errores y prejuicios, que obrando sobre la voluntad, perpetúan la cadena causante del mal en todas sus formas, y hacen al hombre, un esclavo inconsciente de si mismo, que sin embargo, cree también, ser víctima de los demás, de sus injusticias y también le agrega, la dosis correspondiente de fatalidad.
Existe pues, dentro de cada piedra o sea, en la materia prima de cada vida , un estado de perfección inherente, que se halla latente en toda forma y en cualquier expresión, al que es necesario, reconocer, educar y hacer patente por medio del trabajo que simboliza el pulimento de la piedra bruta.
Masónicamente hablando, esta perfección está representada en cada piedra, por el estado de rectificado y pulimento suficiente, que permita a cada una de ellas, ocupar el lugar que le corresponde en la construcción de la obra.
Para ello, tenemos necesidad de usar otras dos herramientas imprescindibles que son la Regla y la Escuadra.
La primera nos da la norma de rectitud lineal y además, la justa medida que permite, tanto la igualdad, como la armónica proporción en el pulimento de las caras de la piedra bruta, la segunda herramienta, igualmente hace posible la rectitud de cada uno de los tres ángulos que concurren en cada uno de los vértices.
La línea y el ángulo recto, son los elementos de la perfección geométrica con lo cual deben también conformarse la vida interior y la exterior, dado que somos los únicos que trabajamos nuestra propia estructura.
En sus propósitos, como en sus acciones, en el dominio del pensamiento, y en el de la actividad, nunca debe el Masón alejarse de la línea recta que indica el camino y la conducta ideal en todo momento y circunstancia, evitando toda forma de doblez, incertidumbre y tortuosidad; pues, únicamente según actúe conforme esos parámetros le será posible alcanzar su propósito y tener un éxito verdadero en lo que se haya propuesto.
Lo mismo debemos decir, del perfecto criterio, a la vez, moral e intelectual que está simbolizado por el ángulo recto.
Toda construcción descansa, en lo que se refiere a su construcción arquitectónica, en la mejor alineación de las piedras que le sirven de base o cimiento.
Las piedras deben disponerse en íntimo contacto, la una con las otras, sin que ninguna exceda o sobrepase el lugar que le corresponde, ni tampoco queden huecos indebidos.
De allí la necesidad de trabajar las piedras en sus aristas mas brutas, para con ello lograr, no solamente el equilibro que esperamos de cada una de ellas, sino que la fuerza de sostén que las mismas darán a las paredes y techo que sobre ellas vendrán a medida que avance la obra.
Así, pues, el pulimento de la piedra, para revelar y hacer patente la perfección geométrica inherente en la misma y en su destino es una obra en la cual el iniciado , debe dedicar todo su tiempo, estando en la mejor armonía con el propósito interior de la vida y las condiciones externas en que debe realizarse.
En todo ello, y es bueno tomarlo en consideración hoy más que nunca, es que el esfuerzo individual es primordial.
El aprendiz, se halla caracterizado por la facultad de aprender y el esfuerzo que en esto mismo se ponga, esa es la característica propia de todo iniciado, y es la que será durante toda su vida, por cuanto el estado del alma es inmodificable.
La actitud de aprendizaje es, pues, el principio y el fundamento en que descansa todo progreso, dado que esto se efectúa precisamente, reconociendo, asimilando, y dominando todo aquello que uno lograr aprender, y procurar en la medida de sus medios intelectuales, superar a sus maestros y perfeccionar la obra.
No puede progresar, quien no se esfuerce constantemente en aprender todo lo que puede en las circunstancias diversas de la vida en que se encuentra, y basar todo también en sus propias experiencias.
Todo ha de ser aprovechado constructivamente en este sentido, pues, todo lo que se encuentre en nuestro camino puede darnos una lección útil, contribuyendo a nuestro crecimiento interior.
Y es así, como al cabo de una vida de constructores, construyendo nuestra propia catedral, trabajando la piedra bruta en los en los distintos grados de evolución, es como habremos de llegar al perfeccionamiento de nosotros mismos, al apoyo irrestricto a nuestras normas éticas y morales, y a manejar las herramientas que la Institución nos pone al alcance de nuestras manos e inteligencia, para lograr el máximo ideal de todo Masón, que es el de vivir y sentir con plena libertad, para desparramar por todos los continentes y en los cuatro puntos cardinales la igualdad, que nos llevará al consumar el efecto deseado por el Sublime Maestro Jesús de que todos somos hermanos, y como tales debemos sentir a los demás.

Angel Perez Pardella Luchessi.

Director
Luis Martin Cuenca Legal
Redacción
Raul Inchausti V. y todos los HH. que integran la Augusta y Respetable Logia Federico el Grande N°3
Colaboradores
Agustin Perez Pardella
Arnaldo Frutos
Angel Sonne Acht
Angel Perez Pardella Luchessi
Diseño Tapa
Eduardo Daniel Perez
Carlos Francisco Crichigno Peralta
Carlos Jose Palacios
Composición, Diagramación, Armado y Corrección
Feliciano Delgado

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