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LA CIZAÑA

La parábola evangélica de la cizaña (Mateo XIII, 24-30 y 36-43), entre otras significaciones de orden espiritual, también nos ilustra acerca de la dualidad implícita en el proceso iniciático, al menos hasta cierta etapa del mismo.
En la iconografía alquímica se representa con frecuencia la imagen de un agricultor que esparce semillas en su campo, ya preparado para el arado, el cual es acompañado por un ángel (principio suprahumano o Yo del hombre) que parece susurrarle palabras celestes al oído. El campo es nuestra alma, y el grano de trigo es la semilla de la Enseñanza y el Conocimiento, siendo necesario, para nuestra salud interior, que fructifique y se haga poderosa.
Pero en nosotros también existe el mal sembrador, que de manera furtiva, y amparado en las sombras de la noche y la ignorancia, intenta destruir, sembrando cizaña, la obra comenzada, desviándonos del camino que la razón e intuición superior nos dice que es el que debemos seguir. Este mal sembrador es el "ego", el alma inferior, cuyo alimento y sostén son los frutos de "este mundo".
Sin embargo, la misma parábola nos explica que no debemos precipitarnos y cortar la cizaña recién brotada, pues se corre peligro de cortar asimismo el brote de trigo. Al principio, y mientras se desarrollan, hay que dejarlos crecer a la par.
Para la economía divina, que se expresa como orden cósmico, el bien y el mal, o mejor, clemencia y rigor, suponen una dualidad fundamental e imprescindible, dejando entrever por ello mismo la idea de la unidad o equilibrio conciliador de los opuestos en el Amor y la Belleza inteligibles. De entrada no debemos desechar lo negativo que hay en cada uno de nosotros, pues su presencia nos ofrece el contraste de la sombra y del reflejo invertido.
Llevado al plano psicológico, el que no deba cortarse la cizaña hasta que haya crecido, quiere decir que es necesaria la manifestación de todas las tendencias inferiores que portamos dentro, ya que ocultarlas podría suponer, por un lado, el desconocimiento de una parte de nuestro ser, y por otro -puesto que de una manera u otra esas tendencias existen-, es probable que al final, si no se expresan al exterior, acaben socavando lo mejor de nosotros mismos.
Pero es importante el no olvidar que ello debe hacerse amparados en la Doctrina y la Tradición, que actúan a modo de enmarque protector (sagrado). Sólo así lo inferior podrá ser canalizado, purificado y transmutado (por el fuego sutil) en un elemento superior, que en la parábola queda ejemplificado por la dorada espiga de trigo, fruto que simboliza el estado de regeneración iniciática y espiritual.


Director
Luis Martin Cuenca Legal
Redacción
Raul Inchausti V. y todos los HH. que integran la Augusta y Respetable Logia Federico el Grande N°3
Colaboradores
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Arnaldo Frutos
Angel Sonne Acht
Angel Perez Pardella Luchessi
Diseño Tapa
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Carlos Francisco Crichigno Peralta
Carlos Jose Palacios
Composición, Diagramación, Armado y Corrección
Feliciano Delgado

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