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... Movimientos Sociales y Lucha por la Educación

Curiosamente fue en los duros y tristes tiempos de la dictadura cuando hubo originales y prometedoras propuestas de educación alternativa en el Paraguay. ¿Y después?

Luis A. Galeano.
En estas notas se analizan los alcances de las demandas y de los proyectos educativos definidos y promovidos por los principales movimientos sociales existentes en las cuatro últimas décadas. El análisis se llevará a cabo distinguiendo dos grandes momentos históricos, con el propósito de resaltar e interpretar las diferencias y los contrastes entre las demandas o las propuestas educativas populares. 
 1. El apogeo de la dictadura y 
la educación alternativa popular 
Desde principios de la década del sesenta hasta mediados de los años setenta, ocupó un lugar destacado en la escena socio-política una de las expresiones cumbres de los movimientos sociales en el Paraguay: las Ligas Agrarias Cristianas. Surgieron en Misiones, hacia 1960, y se difundieron en los más importantes escenarios rurales país. Habían emergido en respuesta al proceso de exclusión social, que, por un lado, durante esa época trajo consigo el modelo de desarrollo agro-exportador y, por otro lado, era la resultante de la vigencia del orden autoritario impuesto por la dictadura stronista.
Las escuelitas campesinas
Uno de los objetivos centrales del proyecto histórico de las Ligas fue definir y poner en práctica un modelo de educación alternativa, al vigente en el ámbito de la educación oficial, pública y privada. Inspiradas en la teoría y pedagogía de Paulo Freire, en las nuevas corrientes de la teología latinoamericana y en la revitalización de valores primordiales de la cultura campesina, ellas instalaron, en contextos rurales estratégicos, las denominadas escuelitas campesinas. 
Las Ligas concibieron y encararon esa propuesta en el mismo nivel que sus restantes demandas fundamentales: reforma agraria, respeto al derecho de asociación y otros derechos ciudadanos y políticos primordiales, etc. En esos términos, dicho proyecto educativo tuvo implicaciones básicas que deben ser enfatizadas. 
En primer lugar, el movimiento social campesino de entonces percibió a la educación como un espacio de conquista, de lucha social. En segundo lugar, la puesta en ejecución del modelo educativo campesino fue uno de los principales motivos para que la dictadura stronista haya decidido, hacia mediados de los años setenta, reprimir y desmantelar las Ligas Agrarias Cristianas. Y en tercer lugar, de hecho ningún otro movimiento social posterior a ellas ha recurrido, o está recurriendo, a esa posición y práctica socio-política en el marco del proceso educativo formal, al menos con la decisión y fuerza como lo plantearon las Ligas. 
En el intento de formular un balance histórico sobre el desempeño y la trayectoria de este movimiento popular paraguayo, algunos estudios han llamado la atención sobre el hecho de que una de las principales debilidades de las Ligas radicó en que no supieron complementar sus estrategias productivas y socioeconómicas —en medida importante basadas en la producción comunitaria— y las de carácter socio-político, entre las que figurada la referida al modelo educativo alternativo. Sin embargo, existe un gran consenso en reconocer que, en la historia política paraguaya, pocos movimientos sociales se caracterizaron por haber conseguido aquilatar un sentido de identidad tan firme y autónomo, como el que lograron llevar a cabo las Ligas, sobre todo a partir del momento en que expresamente concretaron la independencia de los agentes de la Iglesia Católica para definir y ejecutar su proyecto histórico (fines del setenta y principios del setenta). 
En la construcción de esa identidad, el objetivo de desarrollar una educación alternativa a la oficial, a través de las mencionadas escuelitas campesinas, ocupó un lugar destacado, impactante. La nueva educación fue considerada como un modelo superador de la alienación impartida por dicha educación oficial. Al mismo tiempo, la propuesta implicaba recuperar y potenciar elementos centrales de la cultura campesina, entre los que figuraba el uso del guaraní y las pautas de la cooperación y la solidaridad.
Para la dictadura stronista, la instalación de las escuelas campesinas fue un “pecado imperdonable”. Más que poner en práctica un modelo destinado a superar las deficiencias de la educación impartida en las escuelas rurales de aquella época, lo que hicieron, según los agentes del régimen autoritario, fue crear centros de adoctrinamiento ideológico; cuevas de formación de peligrosos enemigos del orden social y político imperante. Esa fue la lectura que la dictadura hizo de la experiencia educativa de las Ligas, bajo el prisma de la tristemente célebre doctrina de la seguridad nacional. 
La hipótesis es que una de las principales causas de la represión de las Ligas Agrarias Cristianas, del apresamiento masivo y de la muerte de un importante número de sus dirigentes y miembros, la habría constituido precisamente la puesta en ejecución del mencionado proyecto educativo. A la dictadura de Stroessner, como a todas las dictaduras, el mayor peligro era armar al pueblo, a la ciudadanía, no con el fusil sino con ideas propias. 
El Movimiento Estudiantil Independiente
Otro movimiento social que adquirió un importante protagonismo, durante el período histórico considerado, fue el que surgió en el ámbito estudiantil universitario. El Movimiento Independiente —como se denominaba— formuló una fuerte crítica a los modelos político y económico vigentes, y adelantó un severo diagnóstico aún plenamente válido para el presente, en el sentido de que una de las principales fuentes de acumulación de riquezas era la corrupción apañada por los actores que controlaban el poder político. 
Los universitarios independientes también criticaron las graves deficiencias de la educación formal. Sus propuestas de acción fueron planteadas dentro del sistema y las reivindicaciones prioritarias giraban en torno a la participación estudiantil en el co-gobierno universitario. 
Al igual que las Ligas, el Movimiento Independiente Universitario también fue perseguido y reprimido brutalmente por la dictadura, hacia mediados de la década del setenta. El objetivo fue desmantelar a un actor social que comenzaba a constituirse en una importante fuente de formación de una dirigencia social y política crítica y autónoma. Aunque la fuerza y la brutalidad de la dictadura lograron sus propósitos, de ese movimiento estudiantil, en medida significativa, se nutrió parte del liderazgo de las organizaciones políticas socialdemócratas y de izquierdas más recientes.
  2. El interregno de los ochenta
Durante los años ochenta el nexo entre el proyecto educativo propio y los movimientos sociales no pudo reatarse. Entre otros, dos habrían sido los principales factores de esa situación. 
Recién hacia mediados de la década pudieron ser reactivadas las organizaciones populares, tanto en el ámbito sindical obrero como en el campesino. Los efectos del “milagro Itaipú” en gran medida pasaron y la crisis interna del Partido Colorado ya preanunciaba el ocaso de la longeva dictadura. 
Aunque su legitimidad empezaba a deteriorarse de forma irreversible, durante sus últimos años la dictadura no cejó en su objetivo de controlar férreamente el campo educativo. El magisterio público fue alineado a favor del sector del partido gobernante que propugnaba el continuismo del modelo autoritario, y en todo el sistema educativo no quedaron resquicios para la promoción de proyectos alternativos. 
Los movimientos sociales, a su vez, estaban más empeñados en mantener sus espacios mínimos de autonomía, que abocarse a la construcción de proyectos societales inclusivos. En esa tarea, fue decisivo el apoyo brindado por la Iglesia Católica y de otras iglesias, comprometidas en la defensa de los derechos humanos, a través de sus acciones pastorales o mediante el trabajo emprendido por Organizaciones No Gubernamentales, por ellas patrocinadas. 
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