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...De WASMOSY a CUBAS

“100 días antes 100 días después"

José Nicolás Morínigo
Con la imaginación nos situamos en el medio de un camino abierto y visible, un antes y un después del 15 de agosto, día en el que fenecía y comenzaba, en un mismo momento, un viejo y un nuevo mandato presidencial. Desde esta cresta analizamos los 100 últimos días de Wasmosy y los 100 primeros días de Cubas.
. 200 DIAS DE PODER FACTICO
Aunque parezca llamativo e increíble el tiempo final y el tiempo nuevo se asemejan no en referencia al futuro sino en referencia al pasado. Tanto Wasmosy como Cubas estaban atados a un plan político en donde cada cual, a su debida hora, comparte la responsabilidad del poder Constitucional con un poder fáctico.
Para Wasmosy ese poder fáctico era una consecuencia del control que ejercía el General Oviedo de parte de las Fuerzas Armadas; para Cubas el poder fáctico radicaba en el apoyo que las masas, en el momento de las elecciones, le brindaban a Oviedo, debido sobre todo a la fragilidad de su propio sustento político.
El Poder fáctico en los 100 últimos días del gobierno de Wasmosy estaba en retirada, o por lo menos se había replegado, empujado por la decisiva resolución de la Corte Suprema de Justicia que sentenció la validez de la resolución del Tribunal Militar que había condenado al general Lino Oviedo a 10 ajos de cárcel.
El poder fáctico en los primero 100 días de Cubas regresaba airoso del repliegue y se enquistaba fuertemente en el cuadro administrativo del aparato estatal, pero con mucho menos éxito del partido Colorado. 
Los 100 días de los dos Presidentes tienen en cierto sentido un denominador común: los dos actúan respondiendo al plan político de Lino Oviedo. Por consiguiente para entender la realidad política responderemos estas tres interrogantes:
¿Como se relacionaron y actuaron frente al poder fáctico Wasmosy y Cubas en los últimos y en los primeros cien días?
¿Qué repercusión tuvo para el futuro del país esta necesidad de respuesta al poder fáctico?
¿Que escenarios se dibujan para un futuro a mediano plazo?
Los 100 días antes 
En los 100 últimos días el Presidente Wasmosy intentó denodadamente la formación de una cúpula militar capaz de asegurar la continuidad de la institucionalización de las Fuerzas Armadas; un acuerdo de alianza con el sector argañista dentro del partido Colorado, para lo cual se utilizó el viejo sistema de la lealtad a cambio de cargos públicos y una búsqueda de respuestas estrictamente coyunturales a todo tipo de demanda social, de manera tal a asegurar, por lo menos, un clima de tranquilidad en el traspaso del mando. 
La situación mas difícil que enfrentó Wasmosy fue la candidatura de Oviedo a la Presidencia de la República, por el partido Colorado. 
Dos fueron los errores claves de Wasmosy. El primero, pensar que una vez declarado Lino Oviedo en situación de retiro, el ex comandante del ejercito perdería influencia en las Fuerzas Armadas y su vuelo político se debilitaría rapidamente; el otro error fue no impulsar el juicio por sedición contra Oviedo ante la vergonzosa desidia de los jueces. 
La compleja salida jurídica utilizada, incluso luego de desechar la posibilidad de un golpe de estado, llegó a través del Tribunal Militar, cuya sentencia la Corte recién ratificó 15 días antes de las elecciones generales. 
La urgencia del Presidente era la de atar cabos que fueran capaces de detener una posible revancha del General, convertido en el poder detrás del trono, luego del triunfo de Cubas el 10 de mayo, cuando el partido Colorado se impuso por el 11% , tanto para el cargo de Presidente, como para los cargos legislativos, y de las gobernaciones.
Por si fuera poco, en el lapso analizado se produce lo que dio en llamarse la tercera ola de la crisis financiera que afecta a tres bancos, una sociedad de ahorros y préstamos y varias financieras. 
Arrinconado por la crisis económica y debilitado políticamente, el Presidente Wasmosy cedió muy fácilmente a la demanda de los empresarios del transporte que amenazaron con una huelga general, que podría haberse convertido en el símbolo final de un gobierno desorientado desde el comienzo hasta el fin. Sin mucho esfuerzo los transportistas obtuvieron un aumento en el pasaje de un 21.4%.
Por otra parte, la huelga de los trabajadores de la salud, que se inició en los primeros días de junio había dejado, en un balance realizado a mediados del mes de julio, a 80.000 personas sin consulta y había postergado 7.500 cirugías.
Wasmosy más que un corredor que está pensando en una próxima carrera, tan sólo aspira a llegar a la meta, terminar esa corrida que le estaba dejando exausto y, lo peor, le hacía perder casi la compostura. 
Pero en medio de ese mar de incertidumbre jugó su última carta transformando la cúpula militar, de manera tal que la misma se convierta en una línea de defensa difícil de sortear por Oviedo. Así, con meticulosidad respetuosa de la ley Wasmosy hizo que los Comandantes renunciaran y así frente a la acefalía, tuviera que nombrar nuevos Comandantes sin necesidad de recurrir al dictamen del Tribunal de Calificaciones, lo que dejaba las manos libres al Presidente de la República y Comandante en Jefe para proponer y obtener los cambios requeridos.
. Los 100 días después
El día 17 de agosto el Presidente de la República dirigió un mensaje al país, gracias al cual, a pesar de los datos pesimistas y de las propuestas económicas discutibles, dejó la sensación en cierto sentido promisoria. En ningún momento se había referido al general Oviedo, lo que muchos tomaron como un indicador de la autonomía que el Ingeniero Cubas impondría en su gobierno. Un soplo de alivio y aire fresco recorrió el país. 
Pero al día siguiente, el Presidente emitió el Decreto 117 por el cual conmutaba la sanción al ex-general Oviedo, medida que venía a sumarse a la forma en que se había constituido el gabinete. No quedaban dudas de que el régimen político presentaba a partir del 15 de agosto un poder bicéfalo: por una parte el poder constitucional en manos del Presidente Cubas y por otra, el poder fáctico, en manos del ex-general Lino Cesar Oviedo.
El poder bicéfalo fue gráficamente descripto por el propio ex-comandante del ejercito en términos más estrictamente personales, calificando su relación con el Presidente como relaciones entre hermanos siameses.
El Decreto 117, sepultó la emergencia de los problemas sociales y económicos, cada vez mas críticos, a un segundo plano. El Congreso impulsó una acción de inconstitucionalidad y a su vez se planteó un juicio político, mas como signo de la gravedad de la situación que como medida con posibilidades de ejecución.
El Presidente Cubas aprovechando la posición del Congreso, desarrolló una estrategia simple pero útil. Acusó al Congreso de trabar el esfuerzo del ejecutivo para responder a las necesidades del país priorizando la política —juicio en realidad mucho más aplicable al propio Presidente— y al mismo tiempo presentó al Congreso el tratamiento de dos leyes fundamentales: una de fomento a la industria con un apoyo económico del Japón y otra de saneamiento financiero, presionando al Congreso con la necesidad de una respuesta urgente. Entre tanto el caso Oviedo quedó guardado en el refrigerador .
Por otra parte, ya con más clama y luego de haber logrado acallar las voces de protesta de la oposición, empezó a desmontar la línea defensiva creada por Wasmosy en el campo militar.
Realizó cambios decisivos en la cúpula de las Fuerzas Armadas; el último y el más delicado se produjo con la salida del Comandante del Ejercito, General Santiago Zaracho, de conocida posición institucionalista. Pero lo más grave es que al mismo tiempo se allanó; es decir, aceptó los términos de una demanda de reingreso a las Fuerzas Armadas de los 220 oficiales y sub-oficiales que habian sido dados de baja del ejercito por su participación en el intento de golpe de estado protagonizado por el general Oviedo.
La mayoría de esos 220 oficiales se habían convertido en el cuerpo administrativo de la actividad política del ex comandante del ejército, con lo cual la oviedidización de las Fuerzas Armadas avanzó de una manera llamativa.
En los últimos 100 días se ha agudizado la inseguridad ciudadana y si bien en el campo de las relaciones internacionales se logró algún que otro punto, estos se hicieron más a costa de dejar de lado compromisos éticos con la ciudadanía, que como expresión de una lúcida política internacional impulsada por la Cancillería.
La sorpresiva retirada de la demanda realizada por el Estado paraguayo ante la Corte Internacional de la Haya en el caso de un connacional ajusticiado en los Estados Unidos que no recibió asistencia consular, cuando así lo exigen las normas internacionales, explica mucho más la sorpresiva eliminación del Paraguay de la lista negra de la piratería preparada por la Secretaría de Comercio de los Estados Unidos, que los resultados de la lucha en contra de ella.
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