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...Guarani que nos une y el que nos desune
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 Tradicionalmente ha sido la lengua un elemento unificador de la nación paraguaya. Hablar guaraní se ha llegado a confundir con ser paraguayo.
Ahora se habla también de divisiones que vienen del guaraní. ¿Qué hay de verdad en ello?
Bartomeu Melià, s.j.
El sentimiento de que la lengua guaraní es un paisaje “natural” del Paraguay en el que vivimos, nos movemos y somos, es compartido por propios y extraños; incluso por quienes no hablan el guaraní. Sin guaraní el Paraguay no sería Paraguay.
El paisaje lingüístico del Paraguay
Este sentimiento está registrado en una reciente investigación llevada a cabo por Celsa Añazco y Rosalba Dendia, publicada bajo el título de Identidad Nacional; Aportes para una reforma educativa (Asunción, CIDSEP, 1997). En las encuestas dirigidas a los jóves una pregunta se refiere al “paisaje paraguayo” y su significación. Tanto para los jóvenes urbanos como para los jóvenes rurales ese paisaje es altamente significativo en un 92,5%, y poco significativo en un 5% para los urbanos y en un 7,5% para los rurales (que son los que están más directamente inmersos en él). 
Estas cifras relativas al “paisaje ecológico” se corresponden muy de cerca con las que se refieren a la pregunta siguiente:
El guaraní, ¿favorece la identidad?.
  Jóvenes urbanos   Jóvenes rurales
Si   85%     90%
No    15%     7,5%
El común sentimiento de compartir una mismo paisaje cultural y lingüístico como formadores de la identidad nacional es “un dato fundamental para poder afirmar que ‘ser paraguayo’ y ‘hablar guaraní’. son casi sinónimos”, según conclusión parcial de las encuestadoras (p. 124).
Hay que advertir sin embargo que estos resultados vienen contrarrestados por una realidad altamente dramática, cuando se trata de otro aspecto:
Uso cotidiano del guaraní
  Jóvenes urbanos   Jóvenes rurales
Mucho   10%     62,5%
Poco    40%     35%
Nada   50%     2,5%
Como se ve, aun para muchos que no usan el guaraní esa lengua es una referencia de identidad. Es lo que los sociolingüistas califican de lealtad. Existe una lealtad lingüística que va más allá del mismo uso. Puede darse incluso lealtad hacia una lengua, aun entre los que no la usan; como también lo contrario, falta de lealtad con su propia y única lengua por parte de un monolingüe que en su lengua una limitación que lo rebaja y dicrimina. 
Cuando por los años 1960 y 1961, la doctora Joan Rubin observaba y estudiaba la situación lingüística del Paraguay —véase su libro Bilingüismo nacional en el Paraguay (México, Instituto Indigenista Interamericano, 1974), versión castellana del original en inglés de 1968— ya notó la gran lealtad de la mayoría de los paraguayos con la lengua guaraní, lealtad expresada con frecuencia con entusiastas hipérboles y con exaltado orgullo. 
“El guaraní es, en realidad —anota Joan Rubin (p. 60)—, reconocido por muchos como la fuerza unificadora más importante del país”. El valor de unificación social viene aumentado y reforzado por otras razones de lealtad: porque sirve para diferenciar al Paraguay de sus vecinos; porque tiene propiedades lingüísticas que no tiene el castellano; porque posee un extenso vocabulario en los campos de la botánica, la medicina y la agricultura; por su “musicalidad extraordinaria, sus apropiados mecanismos descriptivos y sus cualidades poéticas”; por sus propiedades tanto para la expresión de ideas abstractas como para la de los sentimientos íntimos; porque refuerza el nacionalismo.
Todo lo expuesto hasta aquí probablemente no pasa de expresiones emocionales y actitudes psicosociales, pero que no carecen de fundamento. Y es que lo que le pasa al guaraní le pasa al Paraguay; sus bienes y sus males se viven en su lengua.
Por mi parte quisiera marcar una serie de elementos del guaraní que nos une, no tanto desde la perspectiva de las actitudes, cuanto de la comunicación.
El común modo de hablar
Hay una manera de hablar el guaraní en cuanto a su pronunciación y a su entonación es muy común entre todos los paraguayos y las paraguayas. Las diferencias dialectales en este campo son pocas. Esto permite establecer lo que los lingüistas llaman un sistema fonológico común y ordinario para el guaraní paraguayo actual. Ese “acento” distingue profundamente al hablante paraguayo y le da justamente un profundo sentido de unidad. Aun aquellos extranjeros que dominan otros aspectos de la lengua, difícilmente consiguen agarrarle el quid  —la cosa— al  modo de hablar paraguayo. 
El guaraní paraguayo, el que se mama y el que se balbucea desde la infancia es un guaraní muy común a todos los paraguayos. El sistema de sonidos está muy bien determinado. Un paraguayo no confundirá la pronunciación de poty, potï y poti, para dar algún ejemplo. Ni tendrá dificultad en decir Ky'?indy o Kykyo. 
En la entonación de la frase guaraní hay también gran iniformidad entre los hablantes del guaraní paraguayo.
La mismas reglas para todos
Lo mismo ocurre en el campo de la formación las palabras y la combinación de palabras para formar las frases, en las que entran sustantivos, verbos, adjetivos y un considerable números de elementos modificadores. Es gracias a esto que los paraguayos y las paraguayas se entienden entre sí cuando hablan; cada uno de ellos usa el mismo sistema de referirse al futuro, o al pasado, por ejemplo, y se atiene al modo de expresar las circunstancias de lugar y tiempo. Ko'?ro aháta Paragua¤pe, no es lo mismo que aha kuri Paragua¤pe, y así por delante. También en este campo hay matices que hacen que los paraguayos sepan muy bien lo que quieren decir, con aquellos casi imperceptibles matices que hacen tan difícil la traducción al pie de la letra.
En este sentido, ninguna traducción es enteramente exacta. Y es por ello que se insiste, y con razón, en la necesidad de entender la lengua desde dentro, y no pensándola desde otra por vía de mera y continua traducción. La mejor traducción puede tornarse fácilmente en la mayor traición. Y traicionar la propia lengua es traicionarse a sí mismo.
El sistema mediante el cual las palabras se juntan unas a otras será el fundamento de la gramática. Y no hay ninguna lengua que no se use conforme a una “gramática”, aunque ésta nunca haya sido escrita. Es un hecho sobre el que debe insistirse. Personas que desconocen enteramente la escritura han hablado y se han entendido entre sí gracias a reglas y modos de decir que son comunes toda aquella comunidad o grupo. Esto es lo que nos une cuando hablamos. Las palabras se unen conforme a reglas y a sistemas compartidos por todos los hablantes. No es por acaso que suele afirmar que no hay verdadera unión entre dos personas hasta que no usan la misma lengua. El guaraní que hablamos —en el que nos hablamos-— crea unión en campos donde las divisiones son manifiestas, como entre patrón y peón, entre miembros de partidos políticos diferentes o hinchas de equipos de fútbol contrarios. El guaraní ordinario posee todavía los suficientes recursos ordinarios para  sentirnos unidos a través de él y en él.
Un jakare es un jakare
El tercer campo constitutivo de la lengua lo forma el mundo de los significados, es decir, las palabras usuales de vocabulario. Para el común de los paraguayos que usan el guaraní las palabras tiene sentidos compartidos mutuamente por los hablantes; jakare es un animal que no será confundido con un teju; y aguata no es lo mismo que aguapy. Es obvio.
Hay, gracias a Dios, un guaraní esencial de uso corriente, que tal vez no supera las mil palabras —descontando los compuestos y los sufijos— y que permite una enorme riqueza de combinaciones y expresarse sobre casi todos los asuntos de la vida ordinaria. La lenguas esenciales es también lo que usan los hablantes ordinarios del inglés, del francés, del castellano —aunque los diccionarios que incluyen todas las palabras posibles requieran abultados volúmenes. de hecho una lengua no muestra su riqueza por el caudal de sus numerosas palabras, sino por la posibilidades de sus expresiones y la profundidad de su pensamiento. No es menos la lengua de San Juan de la Cruz y aun de Santa Teresa con su austeridad de vocablos que la de Góngora o Quevedo con su exuberancia. No son las palabras raras y de uso infrecuente las que decide en último término el valor de una lengua. Una lengua no es sólo una nomenclatura larga y farragosa.
El guaraní esencial, adecuada y responsablemente dominado, es también una fuerza unificadora. Es en ese guaraní en que se expresan los casos y los ñe'enga, cuya fuerza comunicativa y su virtud de unión es reconocida inmediatamente.
Pero tal vez lo más importante del guaraní es que nos une en el sentido y significado de realidades sociales e históricas. Hay palabras, unas más que otras, que suscitan resonancias culturales que nos explican nuestro modo de ser; la palabra guaraní nos trae a la memoria particularidades de ñande reko —nuestro modo de ser—, a la manera de un concentrado perfume o una imagen que habla por sí misma; una sola palabra dice más que muchas palabras.
La lengua que hablamos nos da a todos un aire de unidad que no podría dar ni el color de la piel ni cualquier otra factor biológico. Lo que une al paraguayo y a la paraguaya es un modo de ser y estar en esta tierra; un modo de inventar la realiad, y esto lo hace en gran parte mediante la lengua. 
El guaraní que desune
En tiempos recientes se ha agudizado una cuestión que se presenta con un cierto nerviosismo. El guaraní sería un elemento de división para la sociedad paraguaya. ¿Qué hay de eso? 
El malestar proviene casi exclusivamente de un factor. La cuestión surge a propósito de la lengua escrita más que de la hablada. 
Las ortografías del guaraní
No podemos desconocer que la escritura es también instrumento de poder. Y el ejercicio del poder se suele ejercer mediante cosas escritas. No es nada nuevo —aunque no deja de ser alarmante— que se use la escritura como instrumento de dominación. Los escritores lo saben, aunque no sean siempre conscientes de ello. Los “letrados” abusan del hecho. (Este mismo escrito que usted está leyendo, ¿no estará ejerciendo ese poder en vistas a crear opinión?) 
La diferencia de sonidos esenciales —lo que da lugar a la fonología—de una lengua puede estar bien sistematizada y, sin embargo, no tener todavía un sistema de grafía bien definido. Todos los hablantes de una lengua pueden pronunciarla y distiguir los sonidos de la misma manera y sin embargo escribir de manera muy diversa entre sí. La elección de las letras del abecedario en el caso del guaraní, no es independiente del hecho de que su escritura nació en un contexto colonial y en la dependencia del castellano, si bien en una época en que la propia ortografía del castellano era sumamente fluctuante. 
Lo digo para curarnos de espantos y saber que la prudencia consiste en ver la cuestión ortográfica como accidental y relativa. Nunca he podido creer que se deje de escribir porque no se tienen reglas definidas de ortografía; con este criterio Cervantes todavía no habría escrito su Quijote. Muchas veces las discusiones sobre ortografía son monsergas de “escritores” que no escriben.
Hoy por hoy, aunque la lengua guaraní usada en el Paraguay no tiene una ortografía férreamente
oficializada, es escrita por la gran mayoría de sus escritores, gramáticos y diccionaristas con la suficiente coherencia como para que se esté muy cerca de una normalización generalizada. Ha habido en el guaraní avances ortográficos que lenguas como el inglés, el francés, y mismo castellano —para citar solamente lenguas del entorno cultural más cercano— están muy lejos de haber conseguido, a pesar de discusiones y dictámenes que llevan siglos de insegura aplicación. A mi parecer, que puede ser muy personal, el proceso de la ortografía guaraní está bien encaminado ya que está siendo adoptado prácticamente por la mayoría de los autores, muchos docentes y naturalmente la nueva generación de alumnos y alumnas. El grafema j ya no ofrece mayor resistencia de lectura y con ello se ha dejado paso libre al uso vocálico o semivocálico de la y. Lo mismo se diga de la llamada interrupción intervocálica, expresada en guaraní con la palabra puso. Queda como lugar de permanente discusión un grafema que no consigue la adhesión de buena parte de lingüistas ni docentes como es la ^. Pongamos este punto entre paréntesis.
Dentro de la ortografía quedan todavía algunos casos cuya normalización está en proceso de una mayor coherencia y sistematización; me refiero a la cuestión de la separación de las palabras, que pueden hacerse desde criterios más prosódicos o gramaticales; de ahí, algunas fluctuaciones.
La mayoría de estas cuestiones que encienden acaloradas disputas entre los programadores de textos escolares, no requieren sino una opción que tenga más presente que estamos en vías de proceso, más que en metas ya alcanzadas. Por suerte no es en este punto donde se impide la comunicación.
¿Una gramática única?
De forma parecida se podría abordar la cuestión de la gramática. Hacer la gramática de una lengua es generalmente la obra de un persona que ha sabido captar con coherencia el sistema y la estructura de la lengua y ha sabido exponerlos con claridad y orden.  Es por ello que una lengua generalmenete tiene varias gramáticas; su sistema y estructura son uno, pero el modo de presentarlo puede ser muy diversos de uno a otro autor.  Es cierto que puede haber malas gramáticas, porque falsean las categorías de una lengua y no reflejan adecuadamente el modo comose forman las palabras y se combinan entre sí.  Pero, de ahí a tener que imponer una gramática de la lengua guaraní, hay mucho trecho.  En guaraní hay buenas gramáticas:  muy inteligente fue el Arte de la lengua guaraní del padre Antonio Ruiz de Montoya, llevada a Madrid para su impresión en 1640; fueron oportunas las correcciones y acalraciones que le añadió el padre Paulo Restivo, en 1724. Ya en este siglo, es muy aceptable la Gramática razonada de la lengua guaraní del padre Justo Bottignoli, salesiano, publicada en Turían hacia 1927, y se ha hecho justamente famosa El idioma guaraní, en especial la de 1956, cuyas reediciones son las que corren. También suele ser de utilidad el librito El guaraní a su alcance, con sus numerosas ediciones.  Es bastante práctica y manual la Gramática de la lengua guaraní, de Natalñia Krivoshein de Canese (1993). Hay otras.  Y a pesar de su variedad, la mayoría de estas gramáticas mantienen un esquema bastante semejante. Las gramáticas escritas del guaraní presentan bastante uniformidad ¿Que también hay adefesios de gramática que desorientan y desenseñan la lengua guaraní? Parece que sí, pero tal vez es inevitable, cuando la obra literaria es también un objeto de mercado y de marketing.  Vender textos y para ello hacerlos pasar como “oficiales” es una táctica que puede llegar a ser escandalosa, pero que no se puede atajar sino mediante los criterios de la calidad más que con la censura totalitaria. El remedio sería peor que la enfermedad.
Por falta de espacio no tratamos aquí otro asunto candente que es la avalancha de neologismos creados con criterios dudosos y que también son motivo de incomprensión de los lectores de libros didácticos. Palabras nuevas sacadas de la manga, como se dice vulgarmente, son ciertamente un factor de incomprensión y de división. Es muy desagradable que a uno le hagn pasar como propia lengua unos sonidos que no entiende. Habré de volver más despacio sobre este asunto.
La lengua hablada es la que nos une. Es en la escrita donde los problemas son más agudos. Y no son los “analfabetos” que han tejido esos nidos de dicordia, sino los “letrados”. De los primeros podríamos aprender el uso de la lengua que nos une.
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