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.EL NUEVO ROL DE LA MUJER
La mirada a estos cinco cánticos de mujeres que han hecho la opción por su pueblo, nos puede ayudar a descubrir el nuevo rol de la mujer.
En el Vat. II la Iglesia se ha redefinido a sí misma en diferentes imágenes bíblicas dando preferencia a la de “Pueblo de Dios”. La identidad del pueblo de Israel pasaba por la práctica de la justicia como solidaridad entre iguales. Sin esta práctica el pueblo deja de ser Pueblo de Dios. Esto vale también para la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios. En el pueblo de la Biblia no vale aquel que tenga más riqueza y más poder sino aquel que ha arriesgado su vida por defender la autonomía de la organización popular. La Biblia nos deja claro que amar a Dios significa amar lo que Dios ama. La misma Iglesia confiesa: “Fue voluntad de Dios santificar y salvar a los seres humanos, no aisladamente... sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente” (Lumen Gentium 9).
Y ser pueblo no es ser masa, sino que es ser persona y complementario en reciprocidad y solidaridad para que todos lleguen a la dignidad y libertad de los hijos e hijas de Dios. Padecemos una crisis de pueblo dentro de la Iglesia; no podemos hacer una historia del Pueblo de Dios. La mujer no puede cantar un nuevo cántico de la presencia de Dios en medio de su pueblo pobre frente al enemigo. A pesar de que la mujer ha dado testimonio a lo largo de la historia de arriesgar su vida “como madre” en defensa del pueblo indefenso. Por amor a Dios y a su causa. Y sin embargo, la mujer, en el proyecto de Dios, tiene la misión de renovar el triunfo del pueblo pobre sobre las estructuras autoritarias.
En los cánticos, esas mujeres, con una mirada a Dios, detectan en la historia la presencia de Dios como recreación de su orden creacional, subvertido por el hombre. Por eso siempre es un “nuevo cántico” (Jdt 16,13). La historia de salvación pasa por la solidaridad con el pueblo, por sentirse pueblo de Dios (en griego: laos=pueblo, de ahí “laico”). La mujer en la Iglesia es considerada, gracias a Dios, solamente laica, es decir perteneciente al pueblo. Ella, desde su fidelidad al sentido comunitario, asume el destino y la defensa del pueblo. Así está en el corazón de la Iglesia, según la teología de la Biblia. Sin embargo, tiene que actuar muchas veces dentro de ella a “contramano” para colaborar en la historia de Salvación. Ella está deseando entonar un nuevo cántico de victoria al Dios del Pueblo.
La Biblia nos presenta cinco cánticos de victoria del Pueblo sobre un enemigo mucho más fuerte; los cinco están en boca de una mujer. Sorprende ver a mujeres de aquella época envueltas en cuestiones de combates. Pero el combate es más que simplemente militar: es expresión de lucha por una convivencia en solidaridad y justicia.
El clamor popular despertó en Débora la fuerza de convocar y coordinar las tribus; hoy día es una convocatoria a todas las mujeres para que ellas asuman su misión específica dentro de la Historia de salvación; a defender los derechos y la vida del pueblo luchando contra sistemas autoritarios. 
En ese diálogo entre dos dioses se revela la verdad, gracias a la sabiduría humilde de la mujer que hace caer al hombre soberbio y prepotente. Es el diálogo entre la solidaridad popular y la ambición imperialista. Judit atribuye la victoria al Dios del Pueblo que se manifestó en la sabiduría de la mujer, sabiduría del pueblo.
Y ser pueblo no es ser masa, sino que es ser persona y lo complementario en reciprocidad y solidaridad para que lleguen todos a la dignidad y libertad de los hijos e hijas de Dios.
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